- El verano más caluroso en los últimos diez años llama a considerar el impacto del clima en los ecosistemas existentes en la capital regional.
Veranos cada vez más calurosos e inviernos más fríos y con mayores precipitaciones están alterando el característico clima templado del sector costero de la región de Antofagasta. La transición del fenómeno de La Niña hacia El Niño y los efectos globales de la crisis climática son algunas de las causas detrás de este cambio, que enciende las alarmas puesto que también está generando un impacto cada vez mayor en la flora y fauna de la zona.
En relación con esto último, la ingeniera ambiental y académica de la Universidad Católica del Norte (UCN), Dra. Bárbara Fuentes Siegmund, entregó un análisis de las variables y alteraciones que experimentan las distintas comunidades de seres vivos presentes en los ecosistemas locales.
“Últimamente nos hemos enfrentado a temperaturas extremas, sobre todo durante marzo. Lo interesante es que estos eventos han sido cada vez más frecuentes. Los habitantes de Antofagasta hemos notado cómo ha cambiado el clima a través de los años”, señala la investigadora del Departamento de Ingeniería Química de la UCN.
Si bien la oscilación de temperatura es multicausal en la zona, con la transición de la corriente de La Niña a El Niño, entre otras razones, la doctora en Ciencias Naturales destaca que la actividad de los seres humanos en el planeta está generando distintos efectos en el clima. “Hay consecuencias en los ecosistemas a todo nivel, tanto en la flora, fauna y en las personas que habitan el territorio. Por ejemplo, en la fauna se aprecia que los animales deben gastar más energía para tener mayor ventilación, buscar refugio para poder estar a la sombra, o cambiar sus hábitos y horarios para buscar alimentos. Todo eso va impactando en su ciclo vital”.
Añadió que esta situación podría afectar tanto a especies terrestres como marinas. Puso como ejemplo el cambio en los ciclos de anidación de ciertas aves que dependen del océano, los que obedecen a los patrones y disponibilidad de alimento que existe en el mar para ellas. “Si aumenta la temperatura hay variaciones en la disponibilidad de alimentos, ya que los bancos de peces cambian su ubicación, lo cual afecta a las aves que forman parte de la cadena”.
La investigadora señala que en invierno temperaturas mucho más frías que las habituales también generan consecuencias y cambios conductuales en la fauna local. “Tienen que buscar nuevos refugios, cambiar las horas en que salen a alimentarse y sus presas también experimentan cambios de hábitos”, especificó.
FLORA
En el caso de la flora, la Dra. Fuentes explica que las especies del desierto están adaptadas para sobrevivir en condiciones de extrema aridez. “Tienen sistemas especiales en su metabolismo, con ciertas herramientas para acumular más agua. Pero cuando las temperaturas son mucho más altas que lo normal, ellas están más expuestas, ya que permanecen durante más tiempo ante condiciones de Sol y calor extremo durante el día, lo que afecta su metabolismo y su desarrollo”.
Añadió que otra interrogante es qué va a pasar con aquellos ecosistemas que están bajo la niebla, y que es posible encontrar en los sectores altos, cerros y quebradas de la comuna de Antofagasta. “Si es que desaparece o hay variación en esta niebla o camanchaca costera el ecosistema de plantas asociado a ella puede verse afectado o desaparecer”.
La especialista sostiene que el calor no sólo puede alterar a las plantas, sino también a la vida microbiana. “Hay investigaciones que muestran que las últimas grandes lluvias registradas en 2012 cambiaron la microbiología del desierto, ya que estas formas de vida están adaptadas para sobrevivir al límite con muy poca agua y de pronto tuvieron un superávit al cual no estaban acostumbradas”.
HUMANOS
La investigadora explicó que los cambios de temperatura en la zona también tienen efecto en la población humana que habita la ciudad y sus alrededores. Indicó que las personas tienen que ir acomodando su forma de vida y hacer uso de nuevos conocimientos para hacer frente a esta situación. “Tenemos que enfrentar nuevas condiciones climáticas, tener mejor ventilación y buscar lugares con sombra. Por eso es importante cómo se van configurando las ciudades y su arquitectura. Esta situación no es sólo durante la época de calor, ya que en el invierno las personas también tienen que ir adaptando sus hogares para hacer frente a las bajas temperaturas”.
Destacó que esta realidad climática significa un cambio en el estilo de vida, donde aparecen nuevos gastos en la población, como aire acondicionado en verano y calefacción en el invierno. “Lo anterior produce un mayor consumo energético que va generando gases que contribuyen al efecto invernadero y al cambio climático”, concluyó.